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lunes, 16 de febrero de 2015

El Hombre en Busca de Sentido

Así es, recientemente he leído el libro cuyo título es el nombre de esta entrada y, dado que a mi me gusta todo este tipo de información me gustaría que lo leyeran si les place (está gratuito en PDF) LIBRO
Dicho esto me ha dado que pensar acerca del sentido de la vida, apartando en sí los meros conceptos psicológicos o filosóficos que suelen implicar a la misma. Deduzco pues que uno de los posibles sentidos de la vida (sino el único) es el de alcanzar una meta, es decir, superarse a uno mismo para bien y cumplir unos objetivos que bien nos podemos poner nosotros mismos o que la vida, la cual es un camino de constante sufrimiento, nos dará. Creo que para rellenar ese "vacío" existencial, el dar una razón de por qué estamos aquí, fuera del mero hecho biológico de nacer, científico del Big Bang o el religioso de la Biblia  es primordial para sentirnos personas, humanos. Tener una meta nos motiva, nos hace dar un paso más y no detenernos de manera estática en una porción de tiempo. Es prestarle a ese amigo nuestro llamado tiempo su debida importancia ya que nos insta a aprovecharlo "a nuestra manera"; hacer algo constantemente que nos llene de satisfacción o no nos haga sentirnos como vagando por el infinito.
El por qué de unas metas u otras son particularidades banales en comparación con el cumplimiento de la misma, pero el FIN MÁXIMO que quiero comentar aquí es el de conseguirlo sin dañar a los demás, no vale esa frase de "el fin justifica los medios" porque para eso ya están los animales: Un tigre tiene hambre> hará lo que sea por saciarla, dando igual si mata a un animal u otro. Nosotros como seres medianamente racionales tenemos el deber de actuar bajo unos criterios mínimos de convivencia mientras alcanzamos nuestras propias metas. Hay que saber cuándo una meta deja de ser conveniente y dejarla para no anteponer a los demás en ella, o simplemente cambiarla. Por ello es más que recomendable pararnos a penar en qué es lo que queremos y cómo lo queremos, qué estamos dispuestos a hacer y sopesar las consecuencias.
En la reflexión interior podemos hallar las respuestas.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Inútil

Para comprender el título de esta entrada hay que ver y leer lo que escriba desde un punto de vista parecido al mio, socialmente hablando. Un punto díficil de expresar.

Como saben, el ser humano precisa de atención mútua entre sus congéneres para sentirse aceptado y así evitar el rechazo social y convertirse en un "paria". Pues bien, entre las cosas y factores que tenemos y llevamos a cabo para esta labor encontramos dos bien particulares: la dignidad y el orgullo.
Necesitamos sentirnos bien con nosotros mismos, no allanarnos ante la inminente ola que es la vida, demostrar que valemos y que no somos menos que nadie; ¿Pero en realidad de qué nos sirve esto?
Creamos una burbuja de mentiras y egocentrismo para protegernos de amenazas externas que puedan dañar nuestra "integridad moral", nuestro "valor", ese supuesto valor que tenemos cada persona supuestamente sólo por el hecho de ser humanos y haber nacido. Personalmente creo que tanto la dignidad como el orgullo son dos elementos inútiles, es más, que entorpecen nuestro crecimiento moral y psicológico en un mundo similar a un circo romano. Como he dicho, estas "herramientas" nos sirven de protección ante ese mundo, creemos que sirve de algo y que nos da inmunidad frente a los demás.
Nada más lejos de ello, comenzando por el orgullo en términos genéricos sabemos que significa sentirse bien, dichoso por algo que has hecho o has dicho, una felicidad artificial que alimenta nuestro "poder" (el cual no tenemos) y demostrar que se es bueno y superior a otros. Lo que en realidad no sabemos es que el orgullo desenfrenado es un total inconveniente a la hora de empatizar y desarrollarnos como personas, ya que nos nubla la vista con un narcisismo irreal y nos impide conocer gente estupenda y compartir cierta cultura intelectual con el resto. Por ello siempre tendemos a superarnos, lo cual está bien, pero muchas veces ligado al desconocimiento de las consecuencias o simplemente ignorándolas. Muy ligado al orgullo está nuestro segundo punto del día, la dignidad.
¿Para qué sirve realmente la dignidad? dirán ustedes, ¿Para sentirse bien consigo mismo? ¿Para no caer en un "pozo" de mediocridad o inferioridad personal?
Creanme cuando les digo que es una completa estupidez, es más un lastre que algo beneficioso. Muchas veces no hacemos o decimos cosas por el qué dirán, ya que anteponemos el pensamiento ajeno a nuestra felicidad para ser aceptados en el rebaño. Y ésto es para mi, al menos la dignidad; el pensar en hacer o no hacer algo por el mero hecho de temer unas consecuencias que nosotros mismos creamos como pueden ser juicios presupuestos por los demás sobre nuestra persona o el miedo a no dar una imágen "correcta", aunque lo correcto es lo que cada uno quiere que sea. Hay que dejarse de tantas pamplinas, de tanto comerse la cabeza para alcanzar la perfección y evitar las críticas y sobre todo aprender a sopesar el valor de éstas!
El tema de la autocrítica y el quererse a uno mismo es bien extenso, y claramente es algo beneficioso para nosotros puesto que lo más probable es que no halla nadie más que nos quiera tanto como nosotros mismos.
Es muy simple, vives UNA vida, TÚ vida, una ÚNICA vida, por lo tanto el primero en TODO has de ser tu. Con esto me refiero a que tus acciones, pensamientos y hechos han de buscar primero la felicidad y el bienestar para ti, luego para los demás. Darse cuenta que el único que te puede juzgar eres tú mismo, nadie más. Dejar el orgullo egocéntrico y esa dignidad irreal, ese velo transparente ante el resto y aprender a ser feliz por uno mismo, haciendo lo que te guste y siguiendo unos parámetros de respeto, humildad para con los demás. Entender que hay muchas cosas impuestas por la sociedad y el hecho de vivir en comunidad pero que necesariamente no han de ser imprescindibles, y para mi señores, esas dos no lo son.